Aug 6, 2014
Robado
Pues sí, esta mañana temprano en la mañana me robaron la bicicleta en el Supercade de Suba. La dejé amarrada a los tubos de bicicletas justo enfrente de la entrada. Habían muchas otras ciclas parqueadas y en la entrada y la salida del supercade habían dos vigilantes, así que no vi ningún riesgo y tranquilmente la dejé amarrada e ingresé a hacer mis trámites. Cuarenta y cinco minutos después ni rastros de la bicicleta, cuando cuestioné a las vigilantes arrugaron la cara con expresión de "ah carajo, pasó otra vez" pero rápidamente me aclararon que ni ellas ni el supercade se hacían responsables. Así que insistí, les dije que la había dejado amarrada sobre los tubos que el supercade tiene para que parqueen las ciclas justo en frente de la entrada, pero nada valió. Una de las vigilantes viendo mi cara de angustiado me dijo que ahí robaban con mucha frecuencia, que pusiera el denuncio, pero que nadie respondía. Incluso se atrevió a sugerirme que si encontraba alguna cicla sin amarrar bien podía llevármela al mejor estilo del "ojo por ojo, diente por diente".
Quedé perplejo, con ese sentimiento muy colombiano de que las cosas malas que nos pasan son culpa de uno por dar "papaya" y terminé preguntándole a los vendedores ambulantes que están siempre presentes en la gran plaza del Portal de Transmilenio. Me confirmaron que esa entrada del supercade era un atracadero de bicicletas ya conocido. Que todos los días se robaban bicicletas con unas pinzas gigantes, que nadie respondía, y que si no me había dado cuenta del cartel del cade que decía "no respondemos por sus bicicletas". Que muchas veces los mismos vendedores habían correteado a los ladrones cuando los pillaban, pero que ellos aprovechaban cualquier momento de descuido, rápidamente reventaban los candados y salían volando en las bicicletas robadas.
Así que me fuí, frustrado por la impotencia, indignado por la macabra sugerencia de pasar de víctima a ladrón, y atónito de confirmar la indolencia de nuestra sociedad que promueve la ley de la selva del sálvese quien pueda y de ver que a nadie le importa que todos los días ciudadanos desprevenidos sean robados a diario en frente de una entidad distrital sin que a nadie le importe. Será por eso la indiferencia del común de la gente de este país en el que nadie quiere pagar impuestos, ni votar, ni nada de nada, dedicarse a sobrevivir en esta selva de cemento, desconfiando y mirando con el rabillo del ojo a los demás.
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