Hablando con mi cucho ayer, me acordé de una reunión familiar en la que estuve hace como dos años en mi tierra linda Santa Marta. Eran todos primos hermanos de mi papá, contemporáneos con él, amigos de infancia. Me acuerdo mucho el impacto que me causó ver cómo median entre ellos el grado de éxito que tenían por la pensión que habían conseguido. Uno de ellos había acabado de lograr el precioso premio de obtener su pensión después de muchos años de trabajo, y mi papá se erguía orgulloso al ser el poseedor de dos.
La estabilidad ¿no? Eso es lo que todos queremos, sea en forma de trabajo, de pensión o en el amor, todos añoramos con tener estabilidad. El problema de la búsqueda de la estabilidad es que nos puede dejar estáticos, imposibilitados para responder a los abruptos cambios que vivimos en todo momento para hundirnos en el conformismo. La sed de transcendencia, de éxito, es remplazada por la tranquilidad que nos da las cosas seguras. La cuestión es que ni el camino al "éxito" ni el camino a la estabilidad nos garantizan ser felices
¿Pero qué sí lo garantiza?
¿Qué camino hay que tomar?
De hecho, ¿Qué es felicidad?
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